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La muerte: una realidad inaceptada que no busca trascender.


“La muerte no es tanto una necesidad, cuanto un destino”. Vladimir Jankélévitch

Pese a que todos los días nos vemos enfrentados a la muerte, ésta siempre sobreviene como algo enigmático y sorprendente, sobre todo cuando se trata de alguien cercano a nuestros afectos, perdiendo de vista en ese momento, que el solo hecho de nacer implica morir.

Para entender el significado de la muerte debemos partir del significado de la vida, pues esta es el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte, es el conjunto de actos que un viviente realiza desde que nace hasta que muere; quiere decir que desde que nacemos estamos expuestos a la muerte, pero desafortunadamente por considerarnos inmortales nunca aceptamos el tema de la muerte como una hecho definitivo de nuestras vidas.

Para abordar el tema de la muerte es necesario conocer diferentes puntos de vista. En primer lugar desde la medicina, la muerte se produce al cesar las funciones fundamentales: actividad cardiaca y respiratoria; estas traen consigo el cese de las funciones cerebrales y con esto termina toda la existencia. Sin embargo, se sabe que la verdadera muerte, clínicamente se diagnostica cuando el tallo cerebral deja de cumplir sus funciones por falta de oxígeno en el cerebro. Desde el punto de vista biológico, la muerte es un proceso que se va preparando mediante la evolución de los tejidos orgánicos, los cuales se deterioran hasta producirse la muerte. A partir de la antropología, el ser humano descubre la posibilidad de morir solo cuando ve morir a sus semejantes, aspecto que se refleja solo desde la aparición del Homo sapiens que es la única especie que se ve acompañada toda su vida por el hecho de la muerte. Para la psicología la muerte es lo más seguro y pronto que tenemos, pese a ello las personas juegan a ser inmortales cerrando los ojos ante esa idea, debido a que nos desenvolvemos en una cultura que trivializa el tema de la muerte. De la misma forma el cristianismo asume este tema como la ruptura de la vida y de los lazos interpersonales forjados a través de la existencia; la muerte es la surte inevitable de todo hombre.

Pese a lo anterior, la muerte se ha convertido en el principal tabú de la sociedad; el ser humano prefiere no hablar de este tema para evitar el trauma sicológico y así evadir el temor y sufrimiento que causa pensar en ella; por consiguiente, el ser tiende a negar la muerte desde todo punto de vista. Pero apoyándonos en Lamarck, la muerte es una característica que se sitúa en el interior del ser vivo. Entonces es mejor tratar la muerte como algo natural y positivo que incluya sentimientos de plenitud, paz e integridad en lugar de fracasos, horror y desesperación según lo planteado por Erikson. En definitiva el tema de la muerte debe ser tratado en la cotidianidad, sin ningún temor a ella, reconociendo que finalmente somos mortales, pues la ley de la evolución que propone Carl von Linneo consiste en que hay que equilibrar nacimientos y muertes para mantener la justa proporción de la especies.

Por otro lado los seres humanos tienden a aceptar la muerte del otro, un ejemplo de ello sucede cuando a una tercera persona le diagnostican una enfermedad terminal, por lo general tendemos a brindar consejos que ayuden a sopesar dicha situación, pero no sucede lo mismo cuando la muerte nos llama a cada uno, como sucede en la obra de Tolstoi, donde Iván Ilich se resiste a morir porque considera que la muerte es atributo del otro, del hombre abstracto como Cayo; Iván no es como todos los hombres, es algo distinto, es imposible que deba morir, es demasiado terrible. Entonces se genera angustia, la cual es un sentimiento ambivalente, pues siempre tenemos la esperanza de poder evadir la muerte, pero a la vez el temor de que esta se apodere de nosotros y finiquite nuestra existencia, sin tener en cuenta que esta llama a cada uno con nombre propio, no da plazos ni acepta coartadas y no hay tercera persona que sirva como pretexto. Al final la muerte es un hecho intransferible y cada quien la vive de manera particular.

Por otra parte, el ser humano, en últimas, asocia la muerte con la vejez. Por tal razón busca en las cirugías estéticas, los tratamientos rejuvenecedores y los trasplantes de órganos entre otras posibilidades mantener la ilusión de la inmortalidad, aspectos que no le permiten disfrutar las personas, los lugares, los mementos, en fin la vida misma. Solo cuando se sabe que la muerte se aproxima se modifican los comportamientos y se empieza a vivir plenamente. Entonces ¿por qué no aceptar la muerte como una dualidad con la vida y dejar de vivir en función de evitarla?

Pero el ser humano se rehúsa a aceptar la muerte y busca en el más allá una esperanza para trascender, por esta razón las diferentes culturas, a lo largo del tiempo, han encontrado en los ritos fúnebres una forma de aliviar el dolor que causa la separación cuerpo-alma. Esta representación dualista es observada en la mayoría de las religiones y con ello se fundamenta que el ser no es solamente biológico, sino abstracto y que por tanto el alma es inmortal. Entonces el hombre da por hecho que la vida no se acaba, simplemente que pasa a otra dimensión llamada vida eterna. Pero según Jankélévitch, el hombre que desaparece, no desapareció para aparecer en otro lado y momento, sino que su ser ceso de ser. Por tanto, lo que queda en la tierra son simples huesos.

En definitiva si la muerte no deja de ser vista como un tabú es poco probable que las personas perciban la muerte como algo natural, y transformen la angustia y temor que ésta causa en algo positivo, que genere paz y tranquilidad. Además, el hombre debe aceptar que la muerte es inherente al ser; de la misma forma como venimos al mundo sin que nos pidan permiso, nos iremos de él sin dar nuestro consentimiento. Si tenemos interiorizado que tarde o temprano la muerte llega, esta dejará de ser pérfida y viviremos acompañados por ella. La muerte toca a todos sin excepción alguna y cada quien la experimenta de manera particular por cuanto el ser es irrepetible e insustituible, hecho que se corrobora con el paso de esta; en sí, la muerte es un hecho íntimo y personal que nadie puede enseñar a otro. Una vez sea la muerte concebida de esta manera, la persona logrará darle sentido a la existencia, y así empezará a disfrutar cada momento como si fuera el último. Entonces ¿para qué buscarle trascendencia a la vida cuando se ha vivido a plenitud el ciclo normal de esta?


Autora: Laura Juliana Suesca Bustacara

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS E INFOGRÁFICAS.

• Rice, Philip f, (1997). Desarrollo humano: Estudio del ciclo vital. España: Ed. Prentice Hall.

. Papalia, Diana E et all, (2004). Psicología del desarrollo. Editorial Mc. Graw Hill.

• Málishev, M (2003). El sentido de la muerte. Revista científica multidisciplinaria Ergo sum de la Universidad Autónoma del estado de México, 10 (1) ,51-58.

• Montinel, J (2003). El pensamiento de la muerte en Heidegger y Pierre Theilard de Chardin. Revista Utopía y Praxis Latinoamericana, 8 (21), 59-72.

• Hernández, F (2006). El significado de la muerte. Revista digital de la Universidad Autónoma de México, 7 (8), 1-7.


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