Fue el 11 de Marzo de 2011 cuando se produjo el accidente nuclear en la Central de Fukoshima en Japón, para esa época ya muchos habían olvidado el peligro en torno a esta forma de producción de energía, que aun cuándo se utiliza todo un fortín de medidas de seguridad, estas nunca alcanzaran a evitar la ocurrencia de un desastre.
En un momento donde la energía nuclear buscaba ganar terreno en la producción de energía en países emergentes, paso lo impensable un terremoto de grado 9 en la escala de Ritcher que afectó a la costa Este japonesa y dañando seriamente a la prefectura de Fukushima, seguidamente al terremoto la región se vio sometida a u tsunami agravando la magnitud del desastre y causando serios daños a 12 reactores nucleares de los 50 de Japón.
Aun cuando la planta nuclear contaba con los medios tecnológicos más sofisticados de contención de material radiactivo, estos causa del terremoto, el tsunami, y las posteriores replicas sísmicas hicieron que el sistema fallara y con ello se produjo liberación de gases altamente explosivos que en combinación con el oxígeno provocaron estallidos que afectaron aún más las estructura de la plata, y haciendo la situación propicia para la liberación de material altamente radioactivo al ambiente, también se produjeron incendios al interior que hicieron que la temperatura subiera significamente: el temblor también expuso a la redes de enfriamiento del reactor impidiendo disminuir y contra la temperatura vital para evitar la emanación y propagación de la nube radioactiva.
Hay que decir que este desastre nuclear es considerado el segundo más grave en cuanto al número de víctimas en la historia, superado únicamente por el sucedido en Chernobyl
Imagen de Markus Distelrath en Pixabay
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